Tras la presentación de 3Below, pensé mucho manejando de regreso a casa. Empezando por la intimidad a la que esta época ha orillado a la escena progresiva y al avant-garde del rock diría tu tío — en el que ya me he convertido.
Qué más experimental, que invertir el uso tradicional de un teatro, del Teatro Diana. Poner frente al espectador las butacas vacías que — exceptuando por esta noche — usan los asistentes. Es la visión del artista desde aquí, así sin metáfora.
El paisaje desde arriba del escenario crea un punto de fuga a los balcones flotantes. ¡Ah, la simetría! Esta noche los asientos son el suelo del escenario cubierto por una enorme alfombra que emula un tablero de ajedrez.
La intimidad, ese abandono a la grandilocuencia — pienso mientras manejo a casa y suena el Rey Crimson.
Me pregunto si Alonso Arreola algún día envejecerá. Sé que sus ideas no, le he fotografiado con A+C, en Shh! y ahora en 3Below (mi sueño, fotografiarle junto a La barranca).
De sus proyectos nunca he podido separar la literatura. En Alonso es inherente el cruce de las microficciones con la poesía.
Es aquí en este concierto, donde desparramado en el suelo distingo su nuevo Camino del Héroe; como aquel que convence a un nigromante, a un sanador y a algún personaje mitológico a formar parte de su travesía.
Este símil, es esa sensación de que Michael Manring, Trey Gunn y Emmanuel Pina fueron reclutados específicamente por sus actitudes, por la particularidad de su técnica. Aunque más mágico sería creer que ha sido sólo porque son amigos. Amigos que un domingo por la mañana hablaron de tocar juntos en un teatro invertido, mientras Trey ensaya efectos de cartomagia, Manring cambia sus cuerdas y Alonso asa vegetales en el carbón.
Todos los instrumentos son al comienzo un tambor, dijo Alonso. Repito esto en voz alta para mí y no puedo creer en lo salvaje e ingenua de esta verdad. Busco Tambor de La barranca en espotifai y me doy cuenta que no quiero regresar a casa.
La intimidad tiene esta capacidad de compactarlo todo, la impresión de que nuestros hombros cada momento se acercan más.
Algunos asistentes se acuestan sobre la alfombra mirando hacía arriba, rodeados por desconocidos, sintiendo la atmósferas que Trey ha creado para nosotros en su sección en solitario. Nos sentimos más cerca, repito.
La mujer a mi lado derrama su cerveza. Saca su bufanda preocupada de que el liquido se expanda. No le conozco de nada pero adivino lo que está por hacer. Le detengo las manos sin pensarlo y le digo que no lo haga. No importa me dice, traje un suéter aparte. Y comienza a limpiar en vano la espuma que pudo absorber la alfombra.
La intimidad está noche también es acercar a los desconocidos, pienso mientras estaciono lo más cerca posible a la pared.
El concierto se ha tornado ya en un conversatorio. Desde el público le han preguntado a Trey, si se siente más cómodo tocando el Ukelele o la Warr Guitar; Trey ha dicho que el Ukulele es mirar hacía dentro, es una especie de microscopio que engrandece las cosas volviéndolas más evidentes y es fantástico. Tocar el Warr Guitar dice, es más intentar tener una cosmovisión, es tener el telescopio James Webb en mis manos… seguido de una risa como por quién acaba de explicar algo abrumador sin decirlo.
Manring sería sin duda el sanador del grupo, su personalidad siempre en calma al menos, hasta que hace lo suyo. Su fretless diseñado por Zon para explotar todas sus técnicas cobra sentido sólo en sus manos.
Los armónicos con los que tanto experimentó Jaco Pastorious suenan tan fuertes y definidos por Manring, pareciera que no brotan del Hyperbass sino de sus dedos. Del chasquido de sus dedos al aire. Pasa del funk a las microritmias y hasta un poco de noise con una claridad envidiable. Es andar en un tobogán sin fin, tal como lo presentó Alonso.
Bajo del auto y pienso en la generación de Trey y Manring , en sus aportaciones a la vanguardia del rock progresivo por finales de los 70’s y resintiendo hasta los 90’s. Pienso en la generación de los asistentes. Somos una generación que aprendió a escuchar, me digo. Pienso en los nombres que se dijeron esa noche; Victor Wooten, Stuart Hamm y recuerdo las masterclass de bajo que pirateaba de internet en los dosmiles. Claro que pienso en Jaco Pastorious.
Llego a casa con la sensación de haber recuperado algo que no sabía tenía perdido. Y me pregunto si actualmente estoy escuchando suficiente. Si estoy contemplando suficiente. Me acuesto con el temor de levantarme de madrugada a manejar toda la noche por la ciudad escuchando álbums viejos.
Texto y fotos por Leonel Mendoza, Guadalajara, Jal. Octubre, 2023.